Cuentos con moraleja

Joyero
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Re: Cuentos con moraleja

Mensaje por Joyero »

Escuela de Salud escribió: 28 Ene 2022, 16:34 Una viejita fue un día al Banco llevando un bolso lleno de dinero. Insistía en que quería hablar con el presidente del Banco para abrir una cuenta de ahorros porque "es mucho dinero".

Después de mucho discutir la llevaron ante el presidente del Banco. Este le pregunta cuánto quería ingresar. Ella dijo que dos millones de euros y vacía su bolso encima de la mesa.

El presidente naturalmente sentía curiosidad por saber de dónde había sacado tanto dinero y le pregunta:

- Señora, me sorprende que lleve tanto dinero encima, ¿de dónde lo ha sacado?.

La viejita contesta: Hago apuestas.

- ¿Apuestas?, - pregunta el presidente -. ¿Qué tipo de apuestas?.

La viejecita contesta: bueno, por ejemplo, ¡le apuesto a usted un millón a que sus pelotas son cuadradas!.

El presidente soltó una carcajada y dijo: Esa es una apuesta estúpida. Usted nunca puede ganar una apuesta de este tipo.

La viejecita lo desafía: Bueno, ¿estará usted dispuesto a aceptar mi apuesta?.

- Por supuesto, respondió el presidente.

- Apuesto un millón de euros a que mis pelotas no son cuadradas.

La viejita dijo: De acuerdo, pero como hay mucho dinero en juego, ¿puedo venir mañana a las 10h con mi abogado para que haga de testigo?.

- Por supuesto, - respondió el confiado presidente -.

Aquella noche el presidente estaba muy nervioso por la apuesta y pasó largo tiempo mirándose sus pelotas en el espejo, volviéndose de un lado a otro una y otra vez. Se hizo un riguroso examen y quedó absolutamente convencido de que sus pelotas no eran cuadradas y de que ganaría la apuesta.

A la mañana siguiente a las 10h en punto la viejita apareció con su abogado en la oficina del presidente. Hizo las oportunas presentaciones y repitió la apuesta de un millón de euros a que las pelotas del presidente son cuadradas.

El presidente aceptó de nuevo la apuesta y la viejita le pidió que se bajara los pantalones para que todos las pudieran ver. El presidente se los bajó. La viejecita se acercó y miró sus pelotas detenidamente y le preguntó si las podía tocar.

- Bien, de acuerdo, dijo el presidente, un millón de euros es mucho dinero y comprendo que quiera estar absolutamente segura.

Entonces se dio cuenta de que el abogado estaba golpeándose la cabeza contra la pared. El presidente preguntó a la viejita:

- ¿Qué le pasa a su abogado?.

Ella contestó: Nada, sólo que he apostado con él cinco millones de euros a que hoy a las 10h tendría las pelotas del presidente de un Banco en mis manos.
Ese es un clasico jajajaja
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Escuela de Salud
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Re: Cuentos con moraleja

Mensaje por Escuela de Salud »

Una obra de arte a la altura de Don Francisco de Quevedo y Villegas


Romance del fracasado

JUAN MANUEL DE PRADA


Fracasado te motejan en todos los mentideros;

no es insulto, ni es consigna, es diagnóstico certero.

Lanzadores de aceitunas, soplagaitas marrulleros,

maldicientes y garduñas, enanitos y copleros,

y una jarca de mediocres forman tu banal cortejo.

En tu frente dejó escrito el buen Dios al que venero:

«Fracasado está Pablete en sus pugnas de gobierno;

fracasado por cobarde, por blanducho y por artero;

fracasado y sin coraje, sin nobleza y sin gracejo;

fracasado cuando calla; fracasado y… ¡siempre tiemblo

cuando, pincho y boquirrubio, dice sandeces sin cuento!».

Pero, siendo tan bromista, tan irónico y travieso,

quiso Dios, por confundirte, dejarte trepar sin freno

y adular, merengosote, a los líderes peperos

(por igual al bigotudo, a Esperanza y al gallego),

y aturdirlos con tu labia de pijo charlatanesco.



Fracasado te sabía el buen Dios desde su reino;

pero, por escarmentarte, te quiso encumbrar primero:

te dio un máster, te dio títulos (todos truchos y chusqueros),

te dio chollos de arribista, te dio votos en congresos,

te dio cara de guapete y una barbita de memo.

Pero no te dio la gracia que desciende de los cielos,

no te dio esa grandeza -que es potestas y es talento-

para defender principios con aplomo y con acierto.

Te dio, en cambio, fracasado, mucha parla sin sustento,

mucho afán desordenado de aherrojar a tus adeptos,

por ponerlos al recaudo de un señor aceitunero

que no es ‘regalo de Dios’ (por mucho que así lo miento),

sino maniobrero cutre, rasputín de medio pelo,

que por darte pleitesía urde mañas de trilero,

chapuzas de oportunista, fantochadas, mil inventos.

Dios lo puso en tu camino; y te dio a Carromero,

para que envidia cochina, celos, rabia y cruel despecho

te fuesen nublando el juicio, te fuesen reconcomiendo,

como a Macbeth le hacía su compañera de lecho.



Y entre todas las envidias, entre tantos ruines celos

que estos sucios trujimanes te infiltraron en el pecho,

ninguno tan desnortado, ni tan loco ni grotesco,

como el que has dirigido, rehén de turbios manejos,

contra Ayuso y su hermanito, que es un chico coimero

al que los jueces no acusan y, en cambio, acusan tus necios.

Pues de necios y cainitas es radiar al mundo entero

lo que no se sabe hacer con destrezas de discreto.

Si no fueses fracasado, alfeñique y medianejo,

si no tuvieses pelusa, tendrías predicamento

ante quien, como Isabel, se la levanta hasta a un muerto.

Pues levanta a la derecha, que tú dejas como un muermo;

levanta en armas a progres, a centristas y voxeros;

y hasta a los que no votamos nos levanta del asiento.

Y le pones detectives, zancadillas y tormentos

a quien no impusiste auctóritas, a quien no infundes respeto,

porque no tienes madera para poner coto y freno

a quien mancha su prestigio por un hermano logrero.



Que el buen Dios que te ha encumbrado para escarmiento de buenos

te deje precipitarte en el más negro agujero.

Y sin Ayuso y su garbo, su donaire y su salero,

sólo te darán aplauso los demonios del averno.

Fracasado, pisaverde, ¡márchate a tomar los vientos!
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Escuela de Salud
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Re: Cuentos con moraleja

Mensaje por Escuela de Salud »

EL AMANTE CANIBALIZADO

Era frío y duro como un diamante, alzándose majestuoso sobre su entorno rozaba el cielo con su corona de encaje. No permitía que nada ni nadie se establecieran en sus dominios. Llevaba una vida sedentaria, aumentaba unas tallas en invierno y modelaba su silueta en verano. A lomos de esa rutina transcurrieron cinco mil años. Pero, un buen día ocurrió algo inesperado: hubo un temblor y algunas montañas fueron engullidas por la madre tierra; el colapso de las ancestrales cimas abrió un inmenso ventanal en el paisaje y el inmaculado pelaje de algunos animales perdió su virginal blancura al ser mancillado por la inmensa polvareda. Pasados unos días advino la paz al ser instaurado de nuevo el sagrado silencio. El polvo mecido por la suave brisa iba siendo acurrucado lánguidamente en las oquedades del suelo, parecía haber sido acunado por el más delicado instinto maternal. Los pájaros reanudaron sus acrobacias y el aire recobró su prístina transparencia.

La sosegada brisa prometía un día radiante y el horizonte se había alejado alisando su forma convexa. El balbuciente Sol despertaba a lo lejos posándose ingrávido sobre un lecho azul. El espectáculo era grandioso, sobrecogedor... La Mar, origen de todo, eterna matriz, receptáculo sagrado, a la vez madre y amante, blanda, sinuosa, acogedora, inmensa, llena de vida. El impacto de esta visión fue como un rayo que fulminaba su ego y encendía la llama sin humo del Amor, como una explosión ilimitada que liberaba la energía de todos los ayeres para ser ofrecida en el altar del presente.

Las burbujas de su mente efervescente desplazaron todos los motivos para proseguir con su vida anterior. En esos instantes percibía la plenitud de estar vivo con tal intensidad que su existencia hasta ese momento parecía haber transcurrido sumida en un profundo estado de coma. Irremisiblemente subyugado por lo que contemplaba no albergaba la menor intención de resistirse ante tal atracción. En el estado de amor que se encontraba sólo podía arrastrarse en esa dirección, las demás ya no existían para él.

Durante el acercamiento la pasión lo derretía, iba perdiendo parte de sí mismo en el camino, jirones de su cuerpo desgajado iban sembrando el paisaje, su sangre formaba arroyos, pero eso ni siquiera le importaba, el amor cegaba todos sus instintos. No se trataba de un sentimiento de conveniencia, sometido y doblegado al control de una voluntad interesada, sino una copiosa fuente manando la dicha que desbordaba su colmado corazón y que parecía llenar el universo.

El viaje transcurría muy lento. El tiempo, varado como una gallina clueca, incubaba el germen de la desesperación. El galope de su corazón desbocado sólo permanecía sujeto por la brida de su expectación. La insultante impaciencia no era engendrada por el afán de poseer, ni por el miedo a perder al objeto amado. En su mente sólo anidaba la idea de hacerle a su amada un valioso regalo, pero, ¿qué presente no palidecería ante su grandeza? Después de una corta deliberación decidió entregarle lo más valioso que poseía, lo único que nunca podría ser comparado con algún insulso e inerte objeto material: su propia vida inmortal.

El tiempo y el espacio parecían esquivar la conjunción que alumbraría el ansiado momento, pero, por fin, tras la interminable espera se produjo el primer contacto... sedoso, envolvente, cálido, apasionado, un crisol donde entregar su esencia. Los húmedos labios de su amada iniciaron el juego de las caricias con irreverente avidez, en cada incursión era fecundada con un presente de su amado. Durante el juego amoroso ella iba libando el néctar de su espíritu. Así, con la impávida luna llena por testigo, aconteció la comunión de los dos cuerpos y la fusión de sus dos almas, sus células se mezclaron hasta que fue imposible reconocer separadamente a cada uno de los amantes.

Una vez más se produjo la muerte de la personalidad de cada uno de los enamorados para poder formar con sus átomos un nuevo ser, un alma bicéfala. Y esta historia terminó cuando el Glaciar y la Mar se fundieron en un mortal abrazo y renacieron por amor con todo el esplendor de su indivisible unión.

El Glaciar realizó el mayor anhelo al que puede aspirar un enamorado: abrazar íntimamente cada una de las moléculas de su amada, formar parte inherente de su esencia y, sobre todo, consiguió algo extremadamente paradójico, que su unión por disolución fuera eternamente indisoluble.

* * *

Para que dos personas alcancen el estado de amor, cada una de ellas tiene que haber trascendido su personalidad, abandonando su antiguo traje e incorporándose a la nueva alma común, lugar celestial donde la pareja vive y se realiza. Esta simbiosis estará vigente mientras que ninguno de los dos restablezca las fronteras que marcaban su individualidad y la pareja se comporte como un nuevo ente siamés, con un solo corazón e incapaz de sobrevivir a la cirugía de la separación.
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