El placer y el dolor
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El placer y el dolor
Si se mira la vida sin implicarse demasiado emocionalmente, da la sensación de que la cantidad de placer del que puede disfrutar un ser humano tiene unos límites. Con ello no digo que el límite sea pequeño, pero sí afirmo que está limitado y llega un momento que ya no se puede conseguir más placer (por mucho dinero o poder que se tenga).
Si le diéramos un valor numérico a cada placer que sentimos, con el objeto de ir descontando esa cifra del saldo de placer total que podemos consumir en nuestra vida, nos daríamos cuenta que hay placeres más “caros” que otros. No estamos hablando del dinero que nos ha costado conseguir ese placer, sino de la cantidad que restará ese placer del saldo del “placer vital total”.
Para entender el concepto vamos a poner unos ejemplos, que lógicamente no se corresponden con la realidad. Como no conozco a nadie capaz de valorar de una manera fiable las unidades de placer que consume cada cosa que hacemos, los ejemplos son orientativos para que se comprenda la idea que se quiere exponer.
Vamos a asignar una cifra teórica de un millón de unidades de placer a consumir a lo largo de la vida, para poder sacar una conclusión aproximada de la cantidad de unidades de placer que consume cada acto de nuestra vida. Así podremos saber lo que tardaremos en llegar al punto de no poder sentir más placer nunca más, dependiendo de las cosas que hagamos cada día.
Unos ejemplos de consumo de unidades de placer a descontar del saldo total.
Un tratamiento de quimioterapia, radioterapia o medicamentos para el SIDA: 50.000 unidades.
Un trasplante de un órgano importante: 50.000 unidades
Destetar a un niño antes de los seis meses de edad: 50.000 unidades
Hijos de madres que fuman durante el embarazo o tienen mas de 4 amalgamas de mercurio en la boca, o han nacido por cesárea: 50.000 unidades.
Darle de comer a un niño carne o pescado antes del año de edad: 50.000 unidades
Empezar a fumar y beber alcohol antes de los 12 años: 50.000 unidades.
Una operación quirúrgica sin complicaciones: 30.000 unidades.
Estar estresado más de la mitad del año, asumir disgustos importantes y arrastrar responsabilidades que desbordan la capacidad de cada uno: 30.000 por cada año. Para sobrellevar estas circunstancias sin consumir unidades de placer, hay que hacerlo sin implicarse emocionalmente. Como si el individuo fuera espectador de una película en la que él no participa. No es sencillo llevarlo a cabo porque significa dejar de ser el protagonista, pero si lo consigues, funciona.
La vacuna triple vírica. Dependiendo del estado del niño y de su suerte, entre 20.000 y 50.000 unidades.
Resto de vacunas: 25.000 unidades cada vacuna.
Celebrar la fiesta de Navidad de la manera que lo hacen el 98% de los españoles: 20.000 unidades por la Navidad entera.
Cada chute de heroína o cada raya de cocaína: 5.000 unidades.
Un paquete de tabaco: 2.000 unidades.
Una bebida de alta graduación: 1.000 unidades. Mas de cinco en el mismo día, se dobla el número de unidades por cada bebida.
Comilona de celebración con muchos productos procesados, llenos de especias, sin apenas vegetales en su composición, sin acompañar la comida con ensalada, regada con buenos caldos, con dulces de postre, café, copa y cigarro: 1.000 unidades.
Parrillada o barbacoa con trocitos de carne quemada: 500 unidades.
Un día entero sin probar frutas o verduras crudas en ensalada y sin beber un litro de agua destilada o zumos recién exprimidos de frutas: 300 unidades.
GRANDES PLACERES QUE NO RESTAN UNIDADES DEL SALDO
Disfrutar el placer de tomar una horchata de chufas fresquita en verano. Hecha en casa y sin añadirle azúcar.
Degustar una paella de verduras con una ensalada monumental. Todo ello rodeado de amigos que sepan contar chistes buenos y se rían con facilidad.
Tomar un aperitivo media hora antes de la comida consistente en un vaso de caldo de verduras con un poquito de agua de mar y el zumo de un limón.
El placer continuado durante las 24 horas del día de no sentir tu cuerpo en ningún momento. No sentir ningún dolor nunca, ni digestiones pesadas, ni cansancio al subir las escaleras, ni tener ninguna dificultad para llevar a cabo todas y cada una de las funciones básicas.
Sentir cada día el inmenso placer de comer teniendo hambre (si no se tiene hambre, la comida no produce placer, sólo una satisfacción fugaz).
Dormir a pierna suelta sin pastillas ni pesadillas. Levantarse fresco, contento, sin mal sabor de boca, con vitalidad y dispuesto a disfrutar plenamente del día que comienza. Si alguien trata de amargarte el día de alguna forma, le dices educadamente que no aceptas su regalo y sigues disfrutando del día como estaba planeado. Sería absurdo darle al primero que llegue el poder de amargarte un día que nunca más se volverá a repetir, y que si no lo aprovechas, lo habrás perdido para siempre.
Hay un placer muy refinado, sólo para paladares exquisitos y que muy pocas personas llegan a poder disfrutar. Se trata de ver el telediario el domingo a mediodía. Reírse de las mentiras que cuentan y no enfadarse porque intenten tomarte el pelo de una forma descarada. Y ahora viene lo bueno: cuando termina el telediario, apagas la tele y no la vuelves a encender hasta el domingo siguiente para reírte otra vez con el telediario. Ya sé que esta última frase habrá herido la sensibilidad de muchos lectores, pero ya he advertido al principio que no era un placer al alcance de la mayoría.
PLACERES QUE EN VEZ DE RESTARTE UNIDADES DE TU CUENTA TE SUMAN PUNTOS
Durante los meses de noviembre, diciembre y enero, todas las mañanas hay que tomar un buen vaso de zumo de granadas recién exprimido mezclado con el zumo de algunas mandarinas. Esto puede ingresar en la cuenta 100 unidades diarias.
Domingo de playa con la familia. Se ponen en la nevera de la playa sandías equivalentes a 5 kg de sandía por persona. No se coge ninguna otra comida ni dinero para ir a los chiringuitos. Se sale de casa temprano para aprovechar las primeras horas de la mañana para tomar el sol (son las mejores horas), bañarse y jugar en la playa. Cuando se tenga hambre, sed o aburrimiento, se como la cantidad de sandía fresquita que apetezca, y se repite eso las veces que sea necesario. A las 12 del mediodía se hace una siesta en la hamaca a la sombra, hasta que pasen las 6 de la tarde. Los que no tengan sueño pueden jugar al ajedrez o contar chistes. Después de las 6 de la tarde ya se puede tomar el sol, bañarse, merendar sandia y sentarse sobre la hierba para ver la puesta de sol. Si se hace correctamente, se suman al menos 500 puntos. Como incentivo para los que quieren adelgazar, además de ganar salud, y después de haber comido la cantidad que han querido, ese día habrán perdido más de un kilo.
Domingo de invierno en casa descansando, leyendo, oyendo música y haciendo ayuno. El sábado por la tarde y noche sólo se come fruta fresca, sin nada más. El domingo no se come absolutamente nada y se bebe el agua destilada que pida el cuerpo. El lunes por la mañana sólo se come fruta fresca y por el mediodía una comida ligera de verduras con poco cereal. Este domingo nos puede producir un ingreso en la cuenta de al menos 1.000 unidades, sobre todo si se ha estado con una actitud positiva durante todo el día.
Con ayunos prolongados de 10 a 15 días haciendo correctamente la entrada y la salida del ayuno se pueden ingresar en la cuenta entre 30.000 y 50.000 unidades. Estos ayunos no se deben hacer sin tener la experiencia necesaria o sin estar bajo la tutela de un profesional que haya dirigido muchos ayunos.
La gente se preguntará qué ocurre cuando el saldo de las unidades de cuenta del placer llega a cero. Pues en ese caso puede ocurrir cualquiera de las siguientes cosas:
1 – Aunque haces las mismas cosas de antes, ya no te proporcionan placer. Por ejemplo, un drogadicto que sigue con la droga, al final ya no obtiene ningún placer. El consumo de la droga sólo le proporciona un poco de liberación de la presión del síndrome de abstinencia, pero el placer que sentía al principio ya no volverá a experimentarlo ni en sueños. Cuando toma la droga ahora, solamente evita que el sufrimiento sea insoportable.
2 – El médico le dice que o deja de hacer esas cosas que le gustan y le dan placer o se muere. Tanto si le hace caso al médico como si no lo hace, el placer para él ha terminado.
3 – Otra posibilidad es que si llega el saldo a cero y se sigue con lo mismo, se entra en números rojos en la cuenta. Si te quedas deudor de placer en el saldo, sólo hay una manera de devolver lo que debes y es con dolor o sufrimiento. Lógicamente, si cada instante de placer que obtienes lo tienes que devolver doblado en sufrimiento, a las pocas veces ese placer ya no te da placer, valga la redundancia. La sombra alargada del dolor que te está esperando hace que el placer pierda todo su encanto.
Al final, todo esto es muy parecido al cuento de que si eres bueno irás al cielo y si eres malo al infierno. La única diferencia es que con el tema del placer y el dolor cambian los actos que se consideran pecado, y el infierno llega estando todavía en vida, pero por el tema de la contabilidad es bastante parecido.
Con la religión te confiesas y es como si empezaras la cuenta de nuevo. La realidad no es tan bonita ni tan cómoda. Aquí puedes mejorar tu cuenta, pero no sólo con buenas palabras, tienes que mojarte para conseguirlo.
Soy consciente de que esta lectura no les va a gustar nada a quienes les gusta engañarse a sí mismos. Este tipo de personas quieren creer que podrán beberse un litro de licor todos los días de su vida hasta los 130 años, y si alguien les dice lo contrario pasa a ser su mayor enemigo. Pero, precisamente, estos que criticarán este texto (la costumbre de matar al mensajero es atemporal), son los que más necesitan leerlo.
Para terminar, dos frases que vienen al caso:
1 – El mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio.
2 – Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía.
MORALEJA:
No malgastes tus unidades de placer en cosas que casi ni te gustan y que las haces por rutina, porque con esas unidades podrías pagar placeres de verdad que te harían mucho mas feliz.
Si le diéramos un valor numérico a cada placer que sentimos, con el objeto de ir descontando esa cifra del saldo de placer total que podemos consumir en nuestra vida, nos daríamos cuenta que hay placeres más “caros” que otros. No estamos hablando del dinero que nos ha costado conseguir ese placer, sino de la cantidad que restará ese placer del saldo del “placer vital total”.
Para entender el concepto vamos a poner unos ejemplos, que lógicamente no se corresponden con la realidad. Como no conozco a nadie capaz de valorar de una manera fiable las unidades de placer que consume cada cosa que hacemos, los ejemplos son orientativos para que se comprenda la idea que se quiere exponer.
Vamos a asignar una cifra teórica de un millón de unidades de placer a consumir a lo largo de la vida, para poder sacar una conclusión aproximada de la cantidad de unidades de placer que consume cada acto de nuestra vida. Así podremos saber lo que tardaremos en llegar al punto de no poder sentir más placer nunca más, dependiendo de las cosas que hagamos cada día.
Unos ejemplos de consumo de unidades de placer a descontar del saldo total.
Un tratamiento de quimioterapia, radioterapia o medicamentos para el SIDA: 50.000 unidades.
Un trasplante de un órgano importante: 50.000 unidades
Destetar a un niño antes de los seis meses de edad: 50.000 unidades
Hijos de madres que fuman durante el embarazo o tienen mas de 4 amalgamas de mercurio en la boca, o han nacido por cesárea: 50.000 unidades.
Darle de comer a un niño carne o pescado antes del año de edad: 50.000 unidades
Empezar a fumar y beber alcohol antes de los 12 años: 50.000 unidades.
Una operación quirúrgica sin complicaciones: 30.000 unidades.
Estar estresado más de la mitad del año, asumir disgustos importantes y arrastrar responsabilidades que desbordan la capacidad de cada uno: 30.000 por cada año. Para sobrellevar estas circunstancias sin consumir unidades de placer, hay que hacerlo sin implicarse emocionalmente. Como si el individuo fuera espectador de una película en la que él no participa. No es sencillo llevarlo a cabo porque significa dejar de ser el protagonista, pero si lo consigues, funciona.
La vacuna triple vírica. Dependiendo del estado del niño y de su suerte, entre 20.000 y 50.000 unidades.
Resto de vacunas: 25.000 unidades cada vacuna.
Celebrar la fiesta de Navidad de la manera que lo hacen el 98% de los españoles: 20.000 unidades por la Navidad entera.
Cada chute de heroína o cada raya de cocaína: 5.000 unidades.
Un paquete de tabaco: 2.000 unidades.
Una bebida de alta graduación: 1.000 unidades. Mas de cinco en el mismo día, se dobla el número de unidades por cada bebida.
Comilona de celebración con muchos productos procesados, llenos de especias, sin apenas vegetales en su composición, sin acompañar la comida con ensalada, regada con buenos caldos, con dulces de postre, café, copa y cigarro: 1.000 unidades.
Parrillada o barbacoa con trocitos de carne quemada: 500 unidades.
Un día entero sin probar frutas o verduras crudas en ensalada y sin beber un litro de agua destilada o zumos recién exprimidos de frutas: 300 unidades.
GRANDES PLACERES QUE NO RESTAN UNIDADES DEL SALDO
Disfrutar el placer de tomar una horchata de chufas fresquita en verano. Hecha en casa y sin añadirle azúcar.
Degustar una paella de verduras con una ensalada monumental. Todo ello rodeado de amigos que sepan contar chistes buenos y se rían con facilidad.
Tomar un aperitivo media hora antes de la comida consistente en un vaso de caldo de verduras con un poquito de agua de mar y el zumo de un limón.
El placer continuado durante las 24 horas del día de no sentir tu cuerpo en ningún momento. No sentir ningún dolor nunca, ni digestiones pesadas, ni cansancio al subir las escaleras, ni tener ninguna dificultad para llevar a cabo todas y cada una de las funciones básicas.
Sentir cada día el inmenso placer de comer teniendo hambre (si no se tiene hambre, la comida no produce placer, sólo una satisfacción fugaz).
Dormir a pierna suelta sin pastillas ni pesadillas. Levantarse fresco, contento, sin mal sabor de boca, con vitalidad y dispuesto a disfrutar plenamente del día que comienza. Si alguien trata de amargarte el día de alguna forma, le dices educadamente que no aceptas su regalo y sigues disfrutando del día como estaba planeado. Sería absurdo darle al primero que llegue el poder de amargarte un día que nunca más se volverá a repetir, y que si no lo aprovechas, lo habrás perdido para siempre.
Hay un placer muy refinado, sólo para paladares exquisitos y que muy pocas personas llegan a poder disfrutar. Se trata de ver el telediario el domingo a mediodía. Reírse de las mentiras que cuentan y no enfadarse porque intenten tomarte el pelo de una forma descarada. Y ahora viene lo bueno: cuando termina el telediario, apagas la tele y no la vuelves a encender hasta el domingo siguiente para reírte otra vez con el telediario. Ya sé que esta última frase habrá herido la sensibilidad de muchos lectores, pero ya he advertido al principio que no era un placer al alcance de la mayoría.
PLACERES QUE EN VEZ DE RESTARTE UNIDADES DE TU CUENTA TE SUMAN PUNTOS
Durante los meses de noviembre, diciembre y enero, todas las mañanas hay que tomar un buen vaso de zumo de granadas recién exprimido mezclado con el zumo de algunas mandarinas. Esto puede ingresar en la cuenta 100 unidades diarias.
Domingo de playa con la familia. Se ponen en la nevera de la playa sandías equivalentes a 5 kg de sandía por persona. No se coge ninguna otra comida ni dinero para ir a los chiringuitos. Se sale de casa temprano para aprovechar las primeras horas de la mañana para tomar el sol (son las mejores horas), bañarse y jugar en la playa. Cuando se tenga hambre, sed o aburrimiento, se como la cantidad de sandía fresquita que apetezca, y se repite eso las veces que sea necesario. A las 12 del mediodía se hace una siesta en la hamaca a la sombra, hasta que pasen las 6 de la tarde. Los que no tengan sueño pueden jugar al ajedrez o contar chistes. Después de las 6 de la tarde ya se puede tomar el sol, bañarse, merendar sandia y sentarse sobre la hierba para ver la puesta de sol. Si se hace correctamente, se suman al menos 500 puntos. Como incentivo para los que quieren adelgazar, además de ganar salud, y después de haber comido la cantidad que han querido, ese día habrán perdido más de un kilo.
Domingo de invierno en casa descansando, leyendo, oyendo música y haciendo ayuno. El sábado por la tarde y noche sólo se come fruta fresca, sin nada más. El domingo no se come absolutamente nada y se bebe el agua destilada que pida el cuerpo. El lunes por la mañana sólo se come fruta fresca y por el mediodía una comida ligera de verduras con poco cereal. Este domingo nos puede producir un ingreso en la cuenta de al menos 1.000 unidades, sobre todo si se ha estado con una actitud positiva durante todo el día.
Con ayunos prolongados de 10 a 15 días haciendo correctamente la entrada y la salida del ayuno se pueden ingresar en la cuenta entre 30.000 y 50.000 unidades. Estos ayunos no se deben hacer sin tener la experiencia necesaria o sin estar bajo la tutela de un profesional que haya dirigido muchos ayunos.
La gente se preguntará qué ocurre cuando el saldo de las unidades de cuenta del placer llega a cero. Pues en ese caso puede ocurrir cualquiera de las siguientes cosas:
1 – Aunque haces las mismas cosas de antes, ya no te proporcionan placer. Por ejemplo, un drogadicto que sigue con la droga, al final ya no obtiene ningún placer. El consumo de la droga sólo le proporciona un poco de liberación de la presión del síndrome de abstinencia, pero el placer que sentía al principio ya no volverá a experimentarlo ni en sueños. Cuando toma la droga ahora, solamente evita que el sufrimiento sea insoportable.
2 – El médico le dice que o deja de hacer esas cosas que le gustan y le dan placer o se muere. Tanto si le hace caso al médico como si no lo hace, el placer para él ha terminado.
3 – Otra posibilidad es que si llega el saldo a cero y se sigue con lo mismo, se entra en números rojos en la cuenta. Si te quedas deudor de placer en el saldo, sólo hay una manera de devolver lo que debes y es con dolor o sufrimiento. Lógicamente, si cada instante de placer que obtienes lo tienes que devolver doblado en sufrimiento, a las pocas veces ese placer ya no te da placer, valga la redundancia. La sombra alargada del dolor que te está esperando hace que el placer pierda todo su encanto.
Al final, todo esto es muy parecido al cuento de que si eres bueno irás al cielo y si eres malo al infierno. La única diferencia es que con el tema del placer y el dolor cambian los actos que se consideran pecado, y el infierno llega estando todavía en vida, pero por el tema de la contabilidad es bastante parecido.
Con la religión te confiesas y es como si empezaras la cuenta de nuevo. La realidad no es tan bonita ni tan cómoda. Aquí puedes mejorar tu cuenta, pero no sólo con buenas palabras, tienes que mojarte para conseguirlo.
Soy consciente de que esta lectura no les va a gustar nada a quienes les gusta engañarse a sí mismos. Este tipo de personas quieren creer que podrán beberse un litro de licor todos los días de su vida hasta los 130 años, y si alguien les dice lo contrario pasa a ser su mayor enemigo. Pero, precisamente, estos que criticarán este texto (la costumbre de matar al mensajero es atemporal), son los que más necesitan leerlo.
Para terminar, dos frases que vienen al caso:
1 – El mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio.
2 – Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía.
MORALEJA:
No malgastes tus unidades de placer en cosas que casi ni te gustan y que las haces por rutina, porque con esas unidades podrías pagar placeres de verdad que te harían mucho mas feliz.