Las dos grandezas

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Escuela de Salud
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Las dos grandezas

Mensaje por Escuela de Salud »

Diógenes de Sínope fue el filósofo griego más famoso de la secta cínica. Vivió en el siglo IV antes de Cristo. Fue una figura muy interesante y controvertida. Vivía como un mendigo, tenía unas necesidades mínimas, era sincero con los poderosos hasta la impertinencia. Se le atribuyen muchas anécdotas, recogidas en diferentes fuentes, muy especialmente en la obra Vidas de filósofos ilustres, escrita por su tocayo Diógenes Laercio en el siglo III d.C.

El siguiente poema “Las dos grandezas” de Campoamor (perteneciente al grupo de poemas Doloras), relata por extenso una conversacion entre Diógenes y Alejandro el Grande.

Las dos grandezas

Uno altivo, otro sin ley,
así dos hablando están.
–Yo soy Alejandro el rey.
–Y yo Diógenes el can.

–Vengo a hacerte más honrada
tu vida de caracol.
¿Qué quieres de mí? – Yo, nada;
que no me quites el sol.

–Mi poder… –Es asombroso,
pero a mí nada me asombra.
–Yo puedo hacerte dichoso.
–Lo sé, no haciéndome sombra

–Tendrás riquezas sin tasa,
un palacio y un dosel.
–¿Y para qué quiero casa
más grande que este tonel?

– Mantos reales gastarás
de oro y seda. –¡Nada, nada!
¿No ves que me abriga más
esta capa remendada?

–Ricos manjares devoro.
–Yo con pan duro me allano.
–Bebo el Chipre en copas de oro.
–Yo bebo el agua en la mano.

–¿Mandaré cuanto tú mandes?
–¡Vanidad de cosas vanas!
¿Y a unas miserias tan grandes
las llamáis dichas humanas?

– Mi poder a cuantos gimen,
va con gloria a socorrer.
–¡La gloria! capa del crimen;
crimen sin capa ¡el poder!

– Toda la tierra, iracundo,
tengo postrada ante mí.
–¿Y eres el dueño del mundo,
no siendo dueño de ti?

– Yo sé que, del orbe dueño,
seré del mundo el dichoso.
– Yo sé que tu último sueño
será tu primer reposo.

–Yo impongo a mi arbitrio leyes.
–¿Tanto de injusto blasonas?
–Llevo vencidos cien reyes.
–¡Buen bandido de coronas!

–Vivir podré aborrecido,
mas no moriré olvidado.
–Viviré desconocido,
mas nunca moriré odiado.

–¡Adiós! pues romper no puedo
de tu cinismo el crisol.
–¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo,
pues no me quitas el sol!–

Y al partir, con mutuo agravio,
uno altivo, otro implacable,
–¡Miserable! dice el sabio;
y el rey dice: –¡Miserable!
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Tres perlas de Don Pablo de Jérica

Mensaje por Escuela de Salud »

La Novedad

A cierto pueblo llegó
La novedad muy lujosa,
Y cada cual que la vio,
La calificó de hermosa.
Decían: si esta doncella
Se quisiese aquí fijar,
Mucho pudiera brillar
Nuestra sociedad con ella.
Como la bella venia
De una corte muy lejana,
Y aceptó de buena gana
Descansar allí aquel día,
Esperan se fijará;
Mas los curiosos la vieron
Al otro día, y dijeron:
¡Jesús, y que vieja es ya!


El Deseo y el Goce

Suspiró el Deseo,
Y el Goce le dijo:
¡Que triste te veo!
Consuélate, hijo.
Demos sin tardanza
Fin a tus dolores:
Puedan tus amores
Cumplir su esperanza.
Ven, hijo, conmigo:
Recobra el reposo;
Ven, pues soy tu amigo:
Yo te haré dichoso.
Con esto en su seno
Cogióle, le dio
Su dulce veneno,
Y al punto expiró.



El novio y el capuchino

Cierto joven que a casarse
Gozoso se preparaba,
A los pies de un capuchino
Se arrodilló una mañana,
Y le rogó muy humilde
Que sus culpas escuchara.
Confieso, dijo, que quiero,
Que idolatro a una muchacha;
Pero todo está dispuesto,
Y hoy mismo, padre, nos casan.
Contóle otros pecaduelos
El novio, muy a la larga,
Y el fraile tomaba polvos
Sin chistar una palabra,
Mirando ya por su parte
La confesión acabada;
Dicho ya el Ego te absolvo,
Extrañando le dejaba
Escapar tan bien librado,
Antes de volver a casa,
Dijo el penitente: Padre,
¿No me manda rezar nada,
Ni hacer otra penitencia
Que mis culpas satisfaga?
A que contestó mi fraile,
Componiéndose las barbas:
¿Qué más penitencia quiere?
¿No me ha dicho que se casa?
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