Artículos Ibn Asad (Lomas Cendón)

tubi
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Re: Artículos Ibn Asad (Lomas Cendón)

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EL MECANISMO DE LA RATONERA

Tanto para imponer una dictadura pseudo-santitaria global, como para perpetrar un fraude de ley internacional, o para ejecutar un genocidio silencioso a diez años vista, no hay que disponer de un alto conocimiento en Medicina, Derecho o Política. De hecho, cuanto menos debate haya en las materias y más cerrado se encuentre el horizonte científico de esas disciplinas, mejor. El único conocimiento necesario para un crimen así, es el de la Lógica Silogística aplicada a la Sofística; o en otras palabras más llanas, el de la propaganda pura y dura, la más burda manipulación de masas, un comecocos mediático. Basta con eso.

No hay Ciencia detrás de pretender acabar con un virus a través de una vacuna que no inmuniza y no evita el contagio. No hay Ciencia detrás de que un no vacunado se confine para evitar contagiar mientras un vacunado puede pasearse libremente pudiendo contagiar como el primero. No hay Ciencia detrás de la explicación a que un supuesto inmunizado de esa enfermedad, contraiga la enfermedad y muera. No hay Ciencia como tampoco hay Ley, para exigir un pasaporte sanitario, para encerrarnos en casa, o para hacer obligatoria una vacuna cualquiera (muchos menos, esta). No hay Ciencia ni Ley, como tampoco hay vergüenza, escrúpulos o decoro. Pero lo que sí que hay es Lógica, una lógica invertida y aplicada a la causa demagógica, pero Lógica, a fin de cuentas, pérfida, cínica, afiladísima, y que conviene identificar si tenemos alguna esperanza de desarticular esta trampa. Porque, en efecto, estamos dentro de una ratonera, eficaz y sofisticada, cuyo artífice ha demostrado ser mucho más inteligente, audaz y malvado que todos nosotros juntos. Una ratonera tan perfecta que sirve también para atrapar humanos. Se fundamenta en la inspiración de la sinrazón en el corazón de los hombres, un malware de autodestrucción de la humanidad implementado en nuestras mentes a traición, un egregor de esclavitud del que no conseguimos liberarnos. En lo que concierne a este aspecto concreto de la vacunación, el diagrama de esta locura se puede expresar así:


El primer paso es realizar una segregación de la población, señalando una minoría que ejerza de chivo expiatorio. Así como el Comunismo hizo con la burguesía o el Nazismo con los judíos, en este caso es la minoría no vacunada la que recibirá la culpa de la división social, el enfrentamiento civil y todos los males derivados del crimen perpetrado. Para ello, se necesita un sistema de falacias y silogismos fraudulentos anti-científicos, fáciles de repetir por los medios de comunicación, irreflexivos, pasionales. Este circuito del absurdo se puede ilustrar con el diagrama precedente.

La falacia raíz de este sistema (la concerniente al origen de la enfermedad) se llama en Lógica Aristotélica una falacia ad verecundiam et ignorantiam, pues parte de una premisa (la existencia del Sars-Cov-2) cuya veracidad se basa en la incapacidad de una autoridad (La OMS) para demostrar que es falsa. A partir de esta falacia, se despliega el argumento ad consequentiam, de que la vacuna es la única solución para el axioma falaz del virus. No importa que la vacuna no funcione hasta el punto de evitar el contagio, o que no funcione de ninguna manera (hay vacunados que mueren por covid), o que se demuestre científicamente que la vacuna lleve un tóxico mortal radiomodulable (Informe Campra), puesto que este fraude lógico convierte a la vacuna en lo que se llama Post hoc ergo propter hoc, una trampa del pensamiento que muestra como consecuencia algo que resulta ser el fin en sí mismo. No nos vacunamos para evitar la enfermedad (como nos hacen ver los políticos y medios de información), sino que evitamos la enfermedad para vacunarnos, pues esa es la meta de esta operación de ingeniería social. Sólo de esa manera se explica que tanto vacunados como no vacunados, continúan obligados a usar mascarilla en lugares cerrados (ambos podrían contagiar); y sólo asimilando estas falacias por el tejido social, se acepta la existencia de un pasaporte covid que otorga a un ciudadano vacunado, libertad absoluta para propagar el supuesto virus con total impunidad. Estas injusticias, discriminaciones y agravios comparativos servirán de gérmenes de tensión social que serán de gran utilidad en la siguiente fase de este acto criminal.

En resumen, la sociedad tiene que asimilar como cierto que todo aquel que no enferma, o que enferma y no muere, debe su suerte a la vacuna. ¡Gracias a la industria farmacéutica! Y todo el resto, todas las consecuencias nefastas de la operación, son culpa de los que no se han dejado vacunar: si un no-vacunado enferma o muere, pero también si un vacunado enferma o muere, es por culpa de los no vacunados. Asimismo, los no-vacunados son la causa de las medidas restrictivas que sufren todos (confinamientos, mascarillas, exigencia de tests PCR, distanciamiento social, ventilación continua de salas en invierno, desempleo, enfermedades mentales, ruina económica…), y también del descontento generalizado ante una pandemia condenada a no acabar nunca (nunca al menos con una vacuna como esta). Absolutamente todos los males derivados de la crisis de la covid-19 son culpa de los no vacunados, y la única forma de expiar su culpa, no es a través de la muerte (pues la muerte de un no vacunado resulta merecida desde este sistema esquizoide de pensamiento), sino a través de la inoculación. En otras palabras: este satánico mecanismo de demencia, sólo libera al no-vacunado de la culpa cuando deja de serlo, es decir, cuando pasa a ser vacunado. Sólo así puede morir en paz sin que su cadáver sea usado por la propaganda mediática. Los vacunados viven gracias a la vacuna; los no vacunados viven por la vacuna de los otros. Los vacunados mueren a pesar de la vacuna (por trombos, ictus, infartos, arritmias, cáncer…); los no-vacunados mueren porque se lo merecen.

¿Te parece una pesadilla? Pues se trata sólo del sistema de pensamiento (i)lógico a implementar para un estadio más avanzado de locura e infrahumanidad. Esto es sólo el principio: mientras políticos y periodistas nos bombardean con estas consignas, se prepara el evento traumático que catapultará estas falacias a la categoría de Ley. Hasta que ese momento llegue, yo podré escribir y tú podrás leer textos como este.
tubi
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Interesante debate sobre la Pandèmia con Ibn Asad
tubi
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ANTIDROGAS, ANTIPOLLAS, ANTIVACUNAS

En mí hay muy pocas pulsiones sadomasoquistas; no tengo grandes conflictos con el placer. Ante la disyuntiva de sentirse bien o sentirse mal, elijo la primera. El placer es lo deseable, en cualquier forma: placer estético, placer anímico, táctil, olfativo, musical, fisiológico, sexual por supuesto. Consciente de que el trasfondo de estos tiempos lo componen la angustia, la tristeza y la fealdad, considero valiente y lúcida la intención de aquel que quiere ser merecedor de la placidez, la dicha y la belleza, durante el mayor tiempo posible. Sin ansiedades, sin apegos, sin adicciones… pero la tendencia al placer es la ley natural de la salud, buscar lo bueno, alcanzar cimas de deleite en este valle de lágrimas que se nos ha impuesto. ¿Seré por acaso un último epicúreo? No lo creo. Sencillamente soy honesto con lo que quiero. Amo así la vida y tomo de todo un poco. ¿Que me gustan las mujeres, me gusta el vino? Pues muchísimo más las primeras que lo segundo… Pero sí, soy un truhan, soy un señor, algo bohemio y soñador.

Declararse así irrita a la mayoría. No gusta. Da rabia. Siempre aparece un séquito de censores con el prejuicio de que alguien con una buena relación con el placer, debe de ser un vicioso, un frívolo, un imbécil. Se considera que el dolor dignifica, que la virtud se alcanza con sufrimiento, que el deber humano es sacrificio, tortura, penuria, tragar sapos y culebras sin rechistar. Seguimos siendo una sociedad cristiana a pesar de todo: sólo la crucifixión salva; y ahora ya, laicos y seculares, seguimos cargando con ella. Se trata de esa enfermiza mezcla de romanticismo melancólico y pseudo-estoicismo masoquista: el mejor escritor es el que más ha sufrido, la historia más bonita es la más ponzoñosa, y el amor de tu vida es quien más te hizo llorar. Como sociedad seguimos siendo así de papanatas: a pesar del postureo hedonista, se sigue sufriendo auténtico terror por el placer. Seguimos pensando que el gozo es algo tan, tan, tan bueno, que no puede ser bueno.

La sexualidad sirve de termómetro de todo esto. A pesar de las apariencias en las redes sociales y su erotismo de filtro de Photoshop, la libido ha caído en picado en los últimos diez años. Se folla muy poco. ¿Esto se debe a factores medioambientales, hormonales, psicológicos…? Es posible. Pero también hay un trabajito fino de ingeniería social con el que la población ha asociado el sexo a algo problemático. Si se echa un vistazo a cualquier titular de periódico que tenga la palabra “sexual”, se pensará primero en abuso, violación, explotación, antes que en alegría, amor, belleza, placer, sentirse bien. Se ha hecho del sexo un problemón gordo, y esto se nota en la cama: hombres angustiados con su deseo, que salen del entuerto con una eyaculación precoz; mujeres pasivas como un leño, que no pueden sino sentirse estupradas tras el orgasmo, desconfianza mutua, falta de espontaneidad, repetición de patrones de comportamiento copiados de las películas, la pornografía, las fotos de Instagram. Se entiende que ante semejante fregado en el que se meten los amantes, se opte por hacerlo cada vez menos. Se prefieren relaciones de menor frecuencia e intensidad. Y si se puede solventar la papeleta con un eventual satisfyer o una hiperrealista muñeca de látex, pues mejor que mejor. Más cómodo hacerse medio bisexual, o asexual completo, que viene a ser lo mismo. La galopante apatía erótica responde a eso: es tan problemático tener relaciones sexuales, que se oscila entre no tenerlas y banalizar las pocas que se tienen. Se hace lo justo y necesario; y en verdad es justo y necesario este pavor litúrgico ante cualquier forma de placer. ¿Sexo? Sólo para desfogarse y procrear. ¡Vade retro! ¡Quita, quita, quita… que las carga el diablo!

Esta misma mórbida reacción de rechazo al placer, la encontramos en los beligerantes antidroga. ¿Por qué los más acalorados activistas contra la droga son aquellos que tienen un sórdido pasado de abuso y adicción? Quizás porque no quieren que otros pasen por lo que ellos pasaron. ¡Qué buenazos! Es posible… pero quizás también sea porque no admiten la posibilidad de que allá donde ellos demostraron vileza, vicio, torpeza, otras personas puedan encontrar dicha, felicidad, lucidez. Quizás sea porque les resulta inaceptable que otros seres humanos tengan una mejor relación con el mismo placer con el que ellos no supieron lidiar. Quizás sea porque les resulta imposible concebir que lo que para ellos fue esclavitud y adicción, para otro sujeto fue un valiosísimo ejercicio de control, equilibrio y autoconocimiento. En última instancia, el exyonki antidrogas teme que la responsabilidad de los otros delate la coartada de que sus errores fueron cometidos por culpa de la droga, y no por él mismo. Es muy fácil culpar a la droga de nuestra bajeza; y muchísimo más fácil aún, construirse una virtud a medida con sobriedad fingida. Se trata del viejo prejuicio de siempre: si va a misa todos los domingos, no puede ser mala gente. Lo eclesiástico fue sustituido por lo farmacológico: no importa la bondad, la inteligencia, la empatía de una persona, ni si quiera sus buenas acciones; lo juzgaremos en base a si toma o no toma ciertas medicinas.

Con la misma hipocresía bioquímica de los antidrogas, los actuales vacunazis del covid plantean el mismo apartheid: los unos te juzgan si tomas droga; los otros te juzgan si no te la has tomado. Sigue sin importar quién seas y qué hagas: la presencia dominical en la iglesia ha sido sustituida por la pauta completa en el vacunódromo. Tampoco importa que tanto el consumo de opiáceos como de inóculos de Pfizer, pertenezcan a la esfera privada y personal: la adicción a la heroína no es contagiosa, así como las vacunas contra la covid no inmunizan contra la covid. El consumo de ambos fármacos debería ser una decisión tomada desde la libertad individual y la responsabilidad de cada uno… ¡Pero no! Siempre aparece aquella cuadrilla que decide por ti, que juzga y dicta qué es lo que debes tomar y lo que no. Los antidrogas de los años noventa, hoy son los yonkis de los pinchazos de ARNm. Es la misma gente. Se les identifica por su agresividad, su fanatismo, su mala fe, su superioridad moral, su pesadez, y, sobre todo, su pésima relación con el placer físico y espiritual, tanto el propio como el de los otros. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra a la cabeza del maldito antivacunas. Y que se la abra. A fin de cuentas, no hay nada dentro de ella.
tubi
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February 10 at 10:14 AM
AGRADECIMIENTO AL DR. JOSÉ LUIS SEVILLANO

La medicina ha avanzado tanto en los últimos años, que ya estamos todos enfermos. La tecnología se ha desarrollado tanto, que nos hemos vuelto inútiles sin ella. La informática nos ha facilitado tanto la vida, que ahora ni si quiera tenemos tiempo para cuidar de los abuelos o educar a los hijos. Los medios de información informan tanto y tan bien, que no tenemos ni idea de lo que está ocurriendo en el mundo. La ciencia ha acumulado tanto conocimiento, que nunca antes fuimos tan ignorantes y tan arrogantes con ella.

La inversión dejó de ser sólo simbólica, ya está materializada en la tierra: endiosamos a demoniacos mequetrefes, linchamos a los pocos venerables maestros que restaban, nos gobiernan nuestros peores enemigos. Y algunos pocos de nosotros, advertimos de la que se avecina, calmos, serenos, resignados, ya sin pretensiones proféticas ni oraculares. Mientras se dormita en la fantasía de que las autoridades saben, cuidan, protegen, se va extendiendo la red que caerá sobre nosotros, como animales cazados. Imaginemos a un oso que advierte a otro que, entre la hojarasca, hay un artefacto creado por los hombres llamado cepo. La respuesta del oso sería: “¡Hay que ver que tonterías dices, oso conspiranoico! ¿A quién se le ocurre? ¡No tiene sentido que los hombres fabriquen algo así y nos lo pongan escondido entre las hojas!”

Creo que es momento de asumir que ya hace tiempo pisamos la trampa. La pisamos cuando aceptamos las mentiras inoculadas desde la cuna. Pisamos el cepo cuando, orgullosos, nos graduamos en la escuela y la universidad, cuando deseamos ser millonarios, cuando votamos por primera vez, cuando defendimos a algún político, cuando justificamos alguna guerra, cuando participamos en alguna corrupción de estados e instituciones, cuando miramos hacia otro lado ante crímenes monstruosos como los mostrados en Alcàsser, 11-M o el expediente Royuela. No hay nada que hacer, salvo esperar a que tiren de la caña después de que el anzuelo se haya enganchado en nuestro paladar, esperar a que haga efecto el veneno tragado hasta el corvejón. Por supuesto que es nuestro deber moral alzar la voz, denunciar, ayudar en la medida de lo posible a seres queridos, acompañarnos entre semejantes durante estos tiempos postreros. Pero también es nuestro deber intelectual reconocer que una caída libre resulta irreversible sin puntos de apoyo, sin nada a lo que agarrarse. Por muy consciente que seas de que te aproximas al suelo a gran velocidad, el batacazo que te espera es inevitable.

Quizás esta sea la única discrepancia que tengo con mi amigo José Luís Sevillano Rodríguez, un valiente y lúcido médico empecinado en que esta situación se puede revertir. Sevillano pertenece a esa ya casi extinta tradición humanista y cristiana, que asevera que la ciencia está al servicio de la vida de los hombres, y que sólo la verdad nos hará libres. Y más allá de si Sevillano está en lo cierto o equivocado en cuanto a si podemos frenar lo que yo considero un desastre embalado a una velocidad y precisión que nos supera como humanos, su contumacia y sus reflexiones nos han inspirado, acompañado y consolado durante estos durísimos últimos dos años. Cuando la medicina toca fondo y los médicos se muestran como meros colaboradores de la aberración, que exista un médico como él nos resulta necesario. En una compleja trama de mentiras como esta, un discurso sencillo y honesto como el de Sevillano hay que reconocerlo. Que en medio de una vorágine de inhumanidad y vileza como la que vivimos, un ser humano como él dé la cara, hay que agradecerlo. Por todo eso y por otras tantas cosas, muchas gracias, José Luís.
tubi
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CARTA DESDE GUATEPEOR

Tampoco es que nos gustara lo que había antes. Me refiero a antes de marzo de 2020: se aspiraba a ridículos ideales de éxito basados en dinero, disponer de una casa y dos coches, y tener un mes al año para hacer el hortera con turismo vacacional. Alguien dijo con sorna que era el european way of life: socialdemocracia, fútbol y sanidad pop. Era una mierda, pero era esa mierda que fingía ser nuestra, pícnica, cobarde, blandiblup, y de la que preferíamos no quejarnos. Nuestro complejo de vasallo agradecido nos narcotizaba frente a una forma de vida ya insoportable. Se pensaba: ¡Nos podemos dar con un canto en los dientes! ¡Mucho peor estaban en África, en Venezuela y en el franquismo! Trabajabas más de cuarenta horas a la semana en tareas absurdas y prescindibles para disponer de lo justo para pagar la basura que te vendían y metían por los ojos… pero al menos tenías trabajo. Tenías una vida social proyectada a través de disfuncionales relaciones de pareja, quedadas con tipos con los que estabas obligado a convivir por tu entorno laboral o familiar, y roces con los que algún día fueron amigos de la infancia… pero al menos tenías vida social. Elegías entre la payasada de la derecha o la payasada de la izquierda, y lucías el disfraz de liberal, o conservador, o jipi, o facha, o activista, o progresista, o feminista, o ecologista, o antiabortista, o socialista, o anarquista, para estar integrado en la sociedad… pero al menos estabas integrado en la sociedad. Lo justo para que te dejaran en paz.

Y pensabas, ¡ay corderito!, que ibas a pasar la vida así, sin despeinarse… hasta que un buen día te llamaron a trasquilar. Sabías que algo estaba mal en este mundo, sentías algo sospechoso en el relato oficial, te la olías. Pero preferiste huir hacia delante, apostando a lo que te habían garantizado que era el caballo ganador: estudia en la universidad, vota, paga tus impuestos, obedece y no te irá mal. No cuestiones el fundamento de este tinglado pues mira lo que les ocurrió a quienes lo hicieron. Incluso en 2009, quizás llegó a tus manos un libro titulado La Danza Final de Kali, hoy censurado, descatalogado, prohibido. Tras una hojeada, lo descartaste: ¡Bah, ese libro es sólo una teoría de la conspiración! Y cuando, en poco más de diez años, esa teoría se convirtió en la práctica de tu día a día, lo seguiste llamando teoría de la conspiración. Y cuando ese libro se convirtió en una nítida fotografía de lo que es tu vida en el actual 2022, lo seguiste llamando teoría de la conspiración. Hasta hoy.

¿De veras quieres volver a lo anterior, recuperar aquello que llamabas normalidad? Pues olvídate. Han reventado ese burladero y tienes que salir al ruedo, coger el toro por los cuernos: mientras el mundo viejo se termina de caer a pedazos, se precipita la construcción del nuevo a inaugurar en 2030 con su agenda homónima. El estado que antaño otorgaba y garantizaba tus derechos, ahora los liquida para una colectivización genocida sin precedentes con coartada en el bien común y la seguridad nacional de una nación que ya no existe. Las autoridades políticas que antes decían representarte, ahora aniquilan tus libertades e imponen un férreo sistema de control digital a través de crédito social, big data, inteligencia artificial, biometría. Las instituciones académicas y educativas con las que tantos diplomas obtuviste, cierran filas todas ellas hacia el pensamiento único, la aniquilación de todo debate, la ignorancia de la población. El empleo que antes desempeñabas, se dinamita con una cuarta revolución industrial que robotiza más de la mitad de los puestos de trabajo. El dinero que antes ansiabas poseer, te poseerá a ti a través de un sistema monetario internacional basado en criptomonedas y biotecnología. La medicina que creías que te curaba, se transforma en veterinaria para optimizar tu explotación como si fueras ganado. Y, en definitiva, la vida que tanto valorabas, te la quitan sin que te des cuenta, con armas biológicas, climáticas, electromagnéticas, químicas con apariencia de pandemias, desastres naturales, crisis económicas, energéticas, medioambientales, y muertes repentinas sin explicación. Cuando nos veamos tú y yo las caras en la morgue, ¿seguiremos pensando que todo esto no pasa de ser una teoría de la conspiración?
tubi
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DEL CIRCO DE LOS PAYASOS AL TEATRO DE CHÉJOV


En la década de los noventa, se puso de moda en España el llamado Pressing Catch: un espectáculo de lucha libre simulada en el que unos actores atiborrados a anabolizantes fingían darse o recibir el palizón de sus vidas. Antes del combate, los teatrales luchadores se encaraban como basiliscos, se insultaban y juraban sacarse los higadillos en el ring. La violencia era previamente pactada, medida, escenificada, pero a fin de cuentas se trataba de violencia: el suelo se manchaba de sangre, a veces se rompían algún hueso, y la pelea satisfacía a un público que demandaba un espectáculo violento. Después de la velada, los actores se iban de copas juntos como amigos que eran, se felicitaban por la actuación y, entre risas, comentaban la que iban a montar en el siguiente enfrentamiento.

Nombres como los de El Último Guerrero, Mister Perfect, o Los Sacamantecas, se podrían identificar a la ligera con los de Putin, Joe Biden, Josep Borrell o Ursula von der Leyen, si no fuera porque de la payasada de estos últimos deriva la muerte de millones de seres humanos. Sin embargo, hay otro elemento aún más siniestro que hace que esta comparación entre la WWF y la Tercera Guerra Mundial supere los límites tolerables del humor negro: su público. Por muy cateto que fuera, ningún espectador de wrestling se creía lo que estaba viendo. Por muy fanático que se mostrara el seguidor de tal o cual luchador, sabía en su cazurro foro interno de pueblerino, que todo formaba parte de un show, hortera y de mal gusto, de acuerdo, pero, en última instancia, se era consciente de que lo suyo era puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro. No ocurre lo mismo con nosotros, demasiado ignorantes y embrutecidos como para identificar la estructura interna y externa de un sainete malo que, dicho sea de paso, maldita la gracia que tiene.

Todo se adapta a la fórmula dramatúrgica de planteamiento, nudo y desenlace. Tras un planteamiento de dos años (la necesidad de reseteo económico, covid, agenda 2030 y su control demográfico), entramos en el nudo de marzo de 2022. Se nos planteó estar dos años en régimen de guerra (confinamiento, alerta continua, estados de alarma…) para ahora presentarnos la guerra. Se nos planteó la necesidad de un nuevo orden mundial y ahora nos introducen el medio para alcanzarlo. Se nos planteó ir entregando nuestra libertad voluntariamente, y ahora nos la van a arrebatar por la fuerza. En este caso, con el cambio de tercio, el segundo acto requiere cierta renovación de personajes: el polichinela Covid es sustituido por otro nombre de cinco letras, Putin; los virólogos de guardia salen de escena y entran los listillos geopolíticos que te hacen un análisis de Ucrania de quinientas palabras a nivel de la ESO para publicar en El Mundo o El País. Los gráficos y curvas a aplanar de la pandemia, se transforman en mapas con banderitas y estrellitas de fuego que te indican los puntos calientes de la zona. Los periodistas que te convencían de lo mala y peligrosa que era la variante omega plus, ahora lo hacen con los mismos argumentos contra Rusia. “No podemos quedarnos de brazos cruzados ante los negacionistas que no se quieren vacunar”, te decían hace un mes. “No podemos quedarnos de brazos cruzados ante los rusos que quieren acabar con nuestra democracia”, te dicen ahora. El ciudadano muerde el anzuelo de la Tercera Guerra Mundial de la misma forma que hace unas semanas se puso la tercera dosis de microtecnología de carbono: sin rechistar, porque sí, porque toca, por qué no, zombi, agilipollado por el miedo, el sometimiento y la rendición ante el “como yo no sé pensar, que esos malnacidos piensen por mí”. Se trata de justificar el horror y que lo arenguemos como inevitable.

Precisamente fue un ruso, Antón Chéjov, quien revolucionó la tradición teatral del planteamiento, nudo y desenlace. Desde su origen en la tragedia griega, la dinámica en tres tiempos nos condujo hacia el clímax dramático en todas nuestras lenguas europeas: en español, de Calderón a Valle-Inclán; en inglés, de Shakespeare a Oscar Wilde; en francés, de Molière a Victor Hugo; en italiano, de Dante a Pirandello; en alemán, de Goethe a Bertolt Bretch… el espíritu revolucionario de Chéjov cambió este ritmo ternario en una tragedia en la que, a partir de él, puede suceder cualquier cosa en cualquier momento. El desenlace del teatro ruso puede no ser un desenlace en absoluto, de la misma forma que esta ópera bufa escatológica nos puede desconcertar a todos a lo largo de la década. Si los rusos van a hacer la guerra con la misma inteligencia como demostraron hacer la literatura, la Europa hechizada por Netflix y Amazon Prime tiene los días contados.
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Re: Artículos Ibn Asad (Lomas Cendón)

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March 6 at 4:52 PM
PERIODISTAS CON LAS PATAS CORTAS

Por mucho que se empeñen en eso de que una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad, una tontería siempre será una tontería, por mucho que la repitan. Reiteradas chorradas hemos escuchado muchas a largo de estos dos años; algunas de ellas ya se han convertido en latiguillos populares, frases gatillo que activan la locura de las masas, consignas de ingeniería social arrojadas como fórmulas de magia negra. Aquí doy algunos ejemplos de sandeces oídas por todos: “Juntos venceremos al virus”, “No vamos a dejar a nadie atrás”, “La vida y la salud están por encima de la economía”, “La libertad individual no es más importante que el bien común”, “Quédate en casa. Así te proteges a ti y proteges a todos”, “Nosotros creemos en la ciencia”, “Todos los medicamentos tienen efectos secundarios”… La lista la puede completar el lector y llenará doce folios por las dos caras en arial 10.

Hay una de ellas especialmente odiosa en forma de pregunta: “¿Qué hemos aprendido con la pandemia?”. En ocasiones, el analfabeto juntaletras con ínfulas de analista geopolítico sanitario cuántico (antiguamente llamado periodista), pone esta proposición como condicional para después vomitar propaganda. Así: “Si hay algo que hemos aprendido con la pandemia, es que blablablá…”. No importa el origen y las causas de esta calamidad, no nos interesa saber quiénes son los responsables o el culpable último (si lo hubiera); lo que importa es lo que hemos aprendido con ella. La función del periodista deja de ser la de narrar los hechos y desvelar su causalidad, y pasa a ejercer de coach de autoayuda y psicoanalista de almacén. Si te violan en el parque por la noche, no pierdas el tiempo en averiguar quién ha sido y por qué lo ha hecho. Sólo cuestiónate qué te ha enseñado la sodomización.

Si hay algo que hemos aprendido con esta maldita situación, es que cuanto más experto dice ser el que habla, más mentiras por segundo suelta. El descrédito del periodismo es absoluto, por más que se empeñen en llamar a lumbreras que esgrimen un estudio de la Universidad Johns Hopkins o encuestas de esas que aseguran que el 99,9% del universo está a favor de lo que precisamente tú no quieres hacer. Nos sobran los motivos para tomarnos a los medios de información por el pito del sereno: les hemos visto mentir, y después mentir sobre la mentira sin rectificar. Les vimos mentir sobre mentiras que desmintieron después de justificar su mentira. Les vemos mentir cada día, sin recato, a borbotones, a mansalva, sin silenciador y con metralleta.

Ese es el límite alcanzado: la guerra en Ucrania. Mentir durante la crisis sanitaria exigía cierto decoro (un poquito, aunque sea) y algo de disimulo que, ahora ya, resulta prescindible. En la guerra y en el amor, todo vale: aún tienes que llevar mascarilla para entrar a un aseo público, pero ya puedes mentir a calzón quitado si eres periodista. Alguien dijo que a partir del 1 de abril sólo permitirán entrar en bares y restaurantes a los que certifiquen su apoyo a Ucrania. O estás con nosotros, o estás con nosotros. Y si no estás con nosotros, estás contra nuestra democracia y te vamos a matar. Este pasaporte de higiene moral está expedido por los mismos periodistas que llaman unidad a su cerril fanatismo, consenso a la feroz censura de siempre, y periodismo a la más pornográfica de las propagandas.

Como reinona madre de esta nueva normalidad periodística destaco a Susanna Griso, que dio el pistoletazo de salida a la guerra de la mentira, el pasado 24 de febrero, en su programa Espejo Público. Susanna presenta unas imágenes “terribles e impresionantes” de cómo un avión ruso bombardea una población y una defensa antiaérea responde. (Aquí el vídeo) Lo verdaderamente terrible de las imágenes es que pertenecían a un videojuego (ArmA: Armed Assault), y lo único que impresiona es el recauchutado y botulínico rostro de cemento armado que luce la periodista en su huida hacia delante. En un mundo normal, imperfecto pero anterior a 2020, desde cualquier mínima decencia deontológica, Griso desaparecería de las televisiones ipso facto para siempre. Si un periodista pusiera imágenes del FIFA 22 como un partido de la Champions, o un capítulo de Croco Doc como recomendaciones de la OMS para la covid, no sería tan grave como falsear las imágenes del que se supone que es el ataque militar del que puede derivar una Tercera Guerra Mundial. Muchos seres humanos van a morir y esta mequetrefa te pone un videojuego de marcianitos para que te enteres. ¡Anda, Susanna, vete a tu casa y confínate! ¿Existe mayor descrédito en el periodismo?

¡Pues claro que existe! ¡Hoy en día a todo hay quien gane! Esta Susanna Griso es la misma Susanna Griso que cedió su imagen para la campaña de vacunación contra el covid de la Comunidad de Madrid, junto a la popular Belén Esteban, exmujer de torero y ex cocainómana. Ambas comparten consigna repetida en el video promocional: “La vacuna es la solución. Vacunarse es seguro y es imprescindible ¡Hay que vacunarse!” Es decir, la misma que ayer obligaba a que todos nos vacunemos porque sí y porque ella lo valía, hoy es la invitada VIP en el repugnante reality show de moda, a las puertas de la guerra nuclear; la misma que ayer te decía que el chute de sabe dios qué microtecnología de carbono era segura para metértela en el cuerpo, hoy te impone la imagen de un videojuego de playstation como una escena de guerra real; y el telespectador se come ambas con patatas: la mentira de la vacunación y la mentira de la guerra.

En la medida en la que sigas viendo la televisión, aún seguirás indigesto de mentiras. Lo que viene es gordo, muy gordo, más gordo que 2020, más gordo que 2021... Esta bola de mierda crece y crece cada segundo. Si sigues tragando todo lo que te mete esta gentuza entre pecho y espalda, reventarás en pocas semanas. Dos semanas, tres a lo sumo, a la cuarta no llegas.
tubi
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Re: Artículos Ibn Asad (Lomas Cendón)

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RUSIA, UCRANIA, KOKA Y VIKOKA

Me niego a escribir sobre la actualidad en Ucrania. Por mucho que algunos lectores me lo pidan y algunos suscriptores me lo exijan, me niego y me seguiré negando hasta que caiga el telón. No es sólo que deteste que se me confunda con un miembro del conciliábulo de expertos en todología (ayer virólogos, hoy ucraniólogos especializados en guerra). No es sólo que desprecie la geopolítica como una disciplina tan fraudulenta y una palabra tan ridícula como lo sería la aeropolítica. No es sólo que me repugne ser identificado con algo parecido al periodismo… es que yo ya he escrito sobre ello, no como actualidad, sino como ensayo sobre mitología, escatología y musicología del pensamiento hindú. Sobre las sombras telediarias proyectadas en la caverna de la guerra de Ucrania, yo ya he escrito todo lo que tenía que escribir hace exactamente nueve años, en el contexto del tercer libro, El Hijo del León. (adjunto en pdf en esta publicación).

¿Alguien sabe lo que es estar enfrascado siete años en una trilogía como La Danza Final de Kali, cuando tienes veintitantos? Mientras los de tu edad están ganando dinero, firmando hipotecas, bebiendo cubatas, yendo a sanfermines y haciendo el gilipollas, tú estás solo, encerrado en bibliotecas, estudiando, leyendo, meditando y asimilando un conocimiento incómodo, urticante e indigesto, que muy pocos entonces se atrevían a encarar. Con todos mis respetos: si ahora a alguien le interesa lo que está sucediendo en el presente mundo, yo le voy a remitir a lo que yo ya he escrito en el pasado. No insistáis: buscaros otro experto de pacotilla. Sé de qué va esta basura y prefiero usar el tiempo que me queda en la música, la amistad, el arte, la bohemia y el amor.

En el contexto del tercer capítulo, Escatología Indoaria, del libro El Hijo del León, escribo en 2013:

“Tras el colapso soviético y una teatral guerra fría (usada como pretexto para el desarrollo bélico-tecnológico más allá de las estrellas -Star Wars-), vemos ya en pleno S.XXI, como dos “hijos de Uluka”, dos entidades jázaras, dos fuerzas hermanadas racial y espiritualmente, gobiernan el mundo en su totalidad, bajo un régimen tiránico de control bancario y militar. Dos fuerzas perfectamente identificables en este año 2013 como NATO (con Estados Unidos y UE a la cabeza) y la alianza Euroasiática (encabezada por la Federación Rusa y China), en paz teóricamente a través del Consejo de Seguridad de la ONU, pero en pugna práctica constante por el control de países fronterizos geoestratégicos, tanto en Oriente Medio (por ejemplo, ahora Siria), como en Europa Oriental (por ejemplo, en breve en Ucrania y Turquía), como en la esfera china (Tibet, Nepal, Corea, Sureste asiático…). Un mundo bipolar en manos de dos entidades bárbaras que se reparten todo cuanto existe en la Tierra; un mundo gobernado por un monstruo bicéfalo surgido de las orillas del Mar Negro, y que dispone de un poder tiránico global. Este es el mundo de Koka y Vikoka: el Nuevo Orden Mundial identificable en 2013, el mundo actual, el mismo mundo en donde el lector vive.

Esta es la contextualización previa al Ciclo de Kalki y que no va a costar identificar con el mundo actual. Después se hablará de forma pormenorizada del Mundo de Koka y Vikoka y sus mecanismos tiránicos de control sobre la población mundial. Nada de esto es predicción futurista sino riguroso presente.”

Esto lo escribí en 2013, como interpretación escatológica de los mitos de Koka y Vikoka del Kalki Purana, a la luz de mis estudios en historia de las religiones, mitología y musicología. Koka y Vikoka son en la escatología indoaria, lo que en la cristiana son Gog y Magog, dos seres sobrenaturales, traducidos en lenguas europeas como “demonios”, “gigantes” o “arcontes”, que en sánscrito se denominan rakhsaras… y que despeñan un papel de contendientes líderes en la guerra final que cerraría la presente humanidad, según los temas comunes de las principales formas tradicionales. En mi libro El Hijo del León, en el apartado Identificación de Koka y Vikoka, escribo:

“En el Kalki Purana nos encontramos a una pareja de hermanos rakhsaras de un poder de alcance global. No es en absoluto extraño encontrarse a rakhsaras“gobernando el mundo” en el dashavatara (ya vimos a Bali, a Ravana…) y tampoco es raro que estos “gobernantes” no aparezcan actuando personificados en el mundo de los hombres. Al parecer, no sólo en este ciclo sino en prácticamente en todos los del dashavatara, cuando un rakhsara gobierna, lo hace desde un plano al que no accede el ser humano. Y aunque las terribles consecuencias del gobierno las sufran los hombres y las mujeres que viven bajo esa invisible mano de hierro, tendrá que venir una manifestación divina (un Avatar) para que éste pueda librarles del mal. Sin intermediario divino, los hombres no tienen acceso al combate contra sus explotadores. Esto ocurre en el Ciclo de Kalki y en varios otros, como ya se ha visto.

Sí que es una novedad en este ciclo encontrarse no a un rakhsara que gobierna con despotismo, sino a dos, una pareja, dos hermanos. Hasta tal punto son hermanos que comparten raíz nominal: son Koka y Vi-Koka. Su etimología es ciertamente enigmática. Hay varias teorías, pero ninguna convincente. No parecen raíces sánscritas y tampoco parece que tengan relación con ninguna región o topónimo indostaní. Además del dato de sus nombres, tenemos el nombre de su padre, Uluk o Uluka, que no se parece corresponder con ningún pueblo ni región del contexto indoario de las fuentes propias. Es decir, que alrededor de Koka y Vikoka sólo disponemos de nombres extraños y referencias a lenguas que desconocemos. ¿Quiénes son Koka y Vikoka?

Siglos después del contexto del Kalki Purana, sí que tenemos registros históricos de un pueblo llamado en crónicas pali, los ulukis, los “hijos de Uluk”, que en las crónicas chinas se llaman xiougnu, una tribu nómada bárbara de origen incierto (quizás Mongolia) que irrumpió en el Punjab en el S. V de nuestra era como los heftalitas. Estos heftalitas del S. V eran una rama de los hunos, una confederación de varias tribus nómadas, algunas de las cuales estaban avanzando sobre Europa Oriental en ese mismo contexto histórico. Sobre esos heftalitas que estaban en Persia y el Indostán, no se sabe mucho de su repentina y absoluta desaparición. Hubo una guerra hacia mitad del S.VI que puso en acción a las tropas de la alianza turco-persa del Rey Khosrau en lo que pudo ser un posible genocidio heftalita, que situó el Río Amu Daria y su antigua desembocadura en el Mar Caspio como frontera de las dos superpotencias militares del momento. No se sabe cuántos heftalitas sobrevivieron y adónde huyeron tras su holocausto en Persia e India, pero no pudieron ser pocos (pues era una comunidad importante, nómada, guerrera, mercenaria, con más que demostradas credenciales para la supervivencia en situaciones adversas) y no pudieron quedarse en la zona sur persa, sino en el área turca, al norte de las fronteras políticas formadas a ambos lados del Mar Caspio, al este por el Río Amu Daria y al Oeste por la Cordillera del Cáucaso.

Menos de un siglo después, en ese mismo contexto geográfico y con una estrecha relación lingüística e idiosincrática con el pueblo xiougnu “Hijos de Uluk”, aparece en la misma región del Cáucaso Norte (donde sólo pudieron exiliarse los xiougnu), un pueblo de repentina aparición, tan misteriosa como la desaparición de los heftalitas. Eran los jázaros. Estos jázaros seguían siendo un pueblo bárbaro, nómada, y vivían de la guerra de los otros y del comercio en la Ruta de la Seda. Religiosamente seguían los cultos típicos de su origen étnico: un chamanismo nómada en donde se integraban rituales de sacrificio sanguinario y brujería. Era esa “religión de la guerra” propia de esta gran familia étnica, compartida grosso modo con los hunos, los samoyedos, los mongoles y pueblos con unos mismos rasgos culturales del llamado Ciclo del Este o Ciclo de la Guerra. Sin embargo, a pesar de ser un pueblo culturalmente pobre, el poder de los jázaros se expandió considerablemente a lo largo del S.VII, gracias a la explotación y el saqueo de la Ruta de la Seda, y a la función política que una cristiana Bizancio extrajo de este ya Reino de Khazaria, el cual había extendido sus fronteras hasta la región ucraniana de Crimea, con la ayuda bizantina. Khazaria servía de barrera entre el amenazante Califato Omeya, que en este siglo estaba en expansión, y una Bizancio que no tenía grandes problemas en aliarse con estos misteriosos paganos llamados los jázaros, que se dividían (siempre se dividieron) en dos grupos, los akhazaríes y los karazaríes, en una extraña división tribal en dos -como Koka y Vikoka- cuya naturaleza dual nadie ha conseguido explicar.”


Koka y Vikoka (o Gog y Magog) son los demonios al frente de dos bloques políticos de alcance global que se enfrentarán al final de los tiempos en una gran guerra. Tanto los rakhsaras de las fuentes puránicas como los gigantes de nuestra cultura greco-cristiana disponen de poderes sobrenaturales que sólo pueden explicarse con la tecnología que hemos empezado a constatar en estas dos últimas décadas del siglo XXI. Leer el pensamiento, ver a vista de pájaro, producir desastres naturales, o robar almas humanas, son temas escatológicos recurrentes de los poderes de estos dos seres, que sólo se pueden entender hoy en día con la neurociencia, los satélites militares, la geoingeniería, o la inoculación de micro y nanotecnología de carbono a través de falsas campañas de vacunación. La proyección de esta escalada militar nos lleva a la región geográfica original y final del mito de Koka y Vikoka, y que ahora aparece convulsivamente en las noticias del telediario. No se trata de la Guerra de Ucrania, sino de un episodio más, (postrero, pero uno más), de una Guerra mucho mayor de lo que cualquier analista geopolítico de un programa de televisión pudiera imaginar. Es cuestión de tiempo, quizás un tiempo suficiente para desarrollar una vida individual y personal, de espaldas a estos hechos… pero esto se acaba, amigos. Y ya que se acaba, por favor, no pierdan el tiempo que nos resta viendo la televisión, justificando la barbarie, apoyando a estos fantasmas que se alimentan de nuestra atención e ignorancia. ¿Qué hacer hasta que esto se acabe? Ámense. Hagan el amor. Amen.

A mí no se me ocurre otra cosa mejor que hacer. La maquinaria de esos dos monstruos ya está embalada, acelerada, desbocada, la han perfeccionado durante décadas, y no la podremos frenar con armas convencionales. En 2013, escribí en El Hijo del León, (hoy libro censurado, prohibido e insidiosamente descatalogado), algo que suscribo en 2022 y que conviene tener en cuenta:

Porque la escalada tecnológica de aceleración exponencial que vive ahora mismo la humanidad, no responde a ninguna tecnocrática solución a los problemas del ser humano, ni a una evolución social, científica, biológica, de ningún tipo. Esta revolución tecnológica que ahora mismo se está experimentando en el campo civil, es una estela dejada por la carrera militar de Koka y Vikoka. En palabras más sencillas: la alta tecnología que nos rodea en 2013 en el día a día es consecuencia directa de una preparación bélica sin precedentes. Si no hubiera escalada tecnológica con el objetivo de la manifestación de Koli (Anticristo, Dajjal) y de su guerra final, el ser humano común no sabría lo que es internet, no tendría smartphone, no se comunicaría por facebook, whatsapp, gmail. Todos los grandes avances tecnológicos de los últimos cuarenta años, se están extrayendo de la cabeza de la investigación militar, bastantes décadas antes de que proliferen en su uso civil comercializado. Te puede gustar o no gustar la sociedad tecnológica en la que vivimos, podemos discutir si la presencia de telefonía móvil nos ha hecho la vida mejor o peor, podemos usar o dejar de usar el GPS, el BMW, el LCD o el Ipad. Independientemente de nuestro uso, de si somos más o menos felices con todos esos cacharros, de si los usamos bien o los usamos mal, lo que es indudable y conviene tomar conciencia es que todo ello está ahí en nuestra vida civil, como efecto residual de un nuevo paradigma bélico que ya se ha inaugurado, que ya no tiene marcha atrás y que inexorablemente llevará (no es una profecía: ya está llevando y se puede evaluar hoy) a un poder militar centralizado de alcance global. Una nueva guerra, la guerra total, en la que ya no hay dos bandos armados que se enfrentan en un campo de batalla: hay un único superejército armado con artefactos que hace sólo cincuenta años parecerían cosa de brujería, contra una masa desarmada global cuya existencia tiene que ser controlada, espiada y perpetuada en la indignidad, en la medida en la que resulta útil a un proyecto político. Es una pesadilla… y las pesadillas no son fantasías para un futuro incierto. Las pesadillas se viven en el presente, en el tiempo presente continuo del modo indicativo, en un espeluznante ahora.
tubi
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Re: Artículos Ibn Asad (Lomas Cendón)

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EL FRAUDE CALIMERO

El 18 de septiembre de 2020, justo antes de la violenta segunda ola de covid en el sudeste brasileño, el cielo de la metrópolis de São Paulo se tiñó de rojo. Aquí la noticia y ahí abajo la foto. Era un polvo rojizo, ferroso, bermellón. Como lo del desierto queda muy anodino y lejano en Brasil, la explicación oficial fue que los incendios del Gran Pantanal, a más de 1000 kilómetros de distancia, produjeron una gran nube de humo que descargó precisamente en São Paulo. Los brasileños y yo aceptamos la versión de los hechos. ¿Por qué iba a mentir hasta el hombre del tiempo? ¿O la meteoróloga de Globo TV, con lo guapa que es? Era raro, sí, pero lo aceptamos: era raro que árboles quemados a tal distancia ensuciaran las calles con algo parecido a un polvo metálico; era raro que el humo pintara la ciudad de rojo y no de gris de ceniza; era raro que la nube tóxica cayera justo en la ciudad de São Paulo, y que, en otras ciudades a lo largo del recorrido desde Mato Grosso hasta el sudeste brasileño, ni se enteraran del fenómeno.



Pero lo verdaderamente raro y difícil de tragar (además del polvo rojo con olor a huevos podridos) fue que, diez días después de que Sao Paulo amaneciera ahumada, sucedió lo mismo en la capital minera de Belo Horizonte, a 600 kilómetros de São Paulo. Mismo humo rojizo, misma tierra ferrosa, mismo panorama dantesco: exactamente el 28 de setiembre de 2020. ¿Por qué lo sé? Porque vivía allí. Ya no había fuego en Pantanal, pero como cerca del área metropolitana de Belo Horizonte hay múltiples minas de hierro y como había incendios forestales (siempre hay, por otra parte), pues se explicó así: hay minas de hierro y humo de incendios forestales alrededor de la metrópolis. ¿Por qué ocurrió sólo diez días después de que ocurriera en São Paulo, sin ninguna relación entre ambos fenómenos? Coincidencia. ¿Por qué el mismo tono rojo en las cenizas de una selva tropical y los sedimentos en una región minera? Coincidencia. ¿Por qué precisamente todo sucedió en 2020, nunca antes y siempre después de una amenaza previa de una ola del covid? Pues coincidencia, chaval. ¡Qué preguntas más tontas haces!

Pasa el tiempo y cambio de latitud, de clima, de continente, de hemisferio. Estoy en la cornisa cantábrica y amanece el 15 de marzo de 2022. Abro la claraboya del ático donde vivo y entra una nube de polvo rojo. El mismo polvo rojo brasileño, misma textura, misma terrosidad, mismo olor a azufre. Entro en contacto con amigos de Barcelona, Comunidad Valenciana y Madrid, y me cuentan que ha ocurrido en casi toda la península: el cielo se ha teñido de rojo, como se tiñó en Brasil hace poco más de un año. A las ocho de la mañana ya hay una explicación por parte de medios de información y agencias meteorológicas: es arena del desierto de Sáhara. Resulta convincente: en Murcia y Alicante están peor; y ya han vivido fenómenos parecidos, siempre locales y sin ser tan extremos como este. Eso sí, tengo que constatar que la arena del desierto del Sáhara es exactamente igual que el humo de un incendio de una selva tropical: igual de metálica, rojiza y sulfurosa. Tengo que desdecirme de todo lo que la evidencia me había enseñado hasta entonces: la ceniza de la madera es gris; la arena del desierto del Sáhara es blanca. La nueva verdad es que ambas son rojas, dañan las mucosas igual, producen el mismo dolor de cabeza, y las dos apestan al demonio. No importa que detectaran el isótopo radiactivo cesio 137, cromo y níquel en esta calima saharaui. Tampoco importa el hecho de que la arena llegara a Santander una noche sin viento, sin lluvia, sin borrasca de ningún tipo acechando. Todo resulta explicable, y ya sólo la duda ofende. Los meteorólogos son a la calima, lo que los epidemiólogos al sars-cov-2: las autoridades competentes. Y tú y yo, a callar, ¡chitón!, y no pongamos en evidencia nuestra ignorancia. Esto que ha ocurrido en marzo de 2022 es absolutamente normal, como todo lo que ocurre en 2022: futbolistas que caen redondos por arritmia cardiaca, cánceres que aparecen y devoran al enfermo en pocas semanas, circuitería de microtecnológica en viales de vacunas covid-19, veinteañeros sanos que mueren de infarto, canales de twitch y youtube que desaparecen sin motivo, suicidios de personas que no querían suicidarse, enfermedades autoinmunes rarísimas, subidas meteóricas de los precios, amenazas de guerra nuclear… todo, absolutamente todo en 2022, entra dentro de lo normal.



Sin embargo, reconozco que soy un pelín mal pensado y que me empecé a mosquear cuando, al contárselo, una colega brasileña me envió una foto del cielo de Belo Horizonte teñido de sangre, sacada hace tres semanas. El fenómeno incluso transcendió en los medios locales de información. Aquí la noticia y ahí abajo la foto. Tres semanas antes de que la península ibérica amaneciera roja, el estado de Minas Gerais también lo hacía. Aquí no había selva tropical en llamas, ni desierto africano tormentoso… El lluvioso verano tropical brasileño no permite incendios forestales, así que tuvieron que presentarlo como una curiosidad, una trivialidad, un misterio, muy fotogénico por otra parte. Los brasileños aceptaron su cielo rojo sin explicación, con la misma candidez e indiferencia como nosotros aceptamos la explicación a nuestra calima. ¿Pues qué va a ser si no? Pues arena del desierto. ¿Y lo de Brasil? Pues madera quemada, pedazo de alcornoque. ¿Pero cómo es posible si no había incendios? ¡Pues porque sí! ¡Qué pesado eres con las preguntitas!



Esta misma arena del desierto que ha llegado el martes a la península ibérica, llegó hace exactamente un mes a Colombia, a más de 7000 kilómetros de distancia. ¿A Colombia? Pues sí, a Colombia. La calima del Sáhara llegó a Colombia con un mes de antelación. Aquí la noticia y después, el comunicado oficial del 17 de febrero de 2022. Es decir, que esta arena te atraviesa antes el océano Atlántico de norte a sur, que te pasa los sesenta kilómetros del estrecho de Gibraltar. Te hace el viaje intercontinental a la Guajira colombiana, un mes antes de que sorprenda a Europa con un fenómeno que jamás ha ocurrido. Eso sí, existe esta sustancial diferencia entre ambos episodios: mientras las autoridades españolas no saben informar del peligro y toxicidad de la rara nube de arena (a fecha de hoy, todo lo que han dicho es que sigamos usando mascarilla), el organismo oficial colombiano (IDEAM) ya informó hace un mes que “estos brotes no solo mueven el polvo del Sáhara, sino que se mezcla con bacterias, hongos, virus, polen y otros componentes químicos nocivos para la salud”. Ignoramos qué químicos y virus son esos, e ignoramos cómo han podido llegar hasta ahí, como intuimos que también lo ignoran las autoridades colombianas, que no han hecho otra cosa que copiar y pegar alguna circular de algún organismo meteorológico transnacional. Pero el hecho relevante en esta situación, es que, mientras en España se dice que esto es normal e innocuo, en Colombia llevan un mes alertando de los riesgos para la salud de esa porquería roja, sea lo que sea y venga de donde venga.



Si las autoridades sanitarias y meteorológicas no se ponen de acuerdo entre ellas, resulta comprensible pensar que los expertos en calima tienen la misma credibilidad que los expertos en pandemias o los expertos en Ucrania. ¿Será, por ventura, que tienen los tres asuntos algo que ver? Porque ya resulta demasiada coincidencia que tres anormalidades converjan en el tiempo y se fusionen en el espacio como la nueva normalidad a asumir. Parece un chiste: ¿Qué tienen en común, un médico, un meteorólogo y un periodista? Los tres se encargan de normalizar lo raro de cojones, lo sospechoso, lo que nunca ha ocurrido.

¿Hasta cuándo vamos a preferir vivir en un mundo explicado para niños tontos? ¿Hasta cuándo vamos a preferir la ignorancia como estúpida forma de protección? ¿Hasta cuándo vamos a preferir las mentiras creíbles para cándidos e ingenuos acomodados, a la incómoda, brutal e increíble verdad? ¿Cuántas pandemias, calimas, guerras, de forma simultánea o no, vamos a tener que vivir para abrir los ojos a la realidad de que este mundo no funciona como nos dijeron en la escuela que funcionaba? Se prefiere pensar que lo que no conocemos no existe… pero existe. Existe la geoingeniería. Existen las armas climáticas. Existen y son cruciales para entender el Nuevo Orden Mundial. Existen los programas de tecnología HAARP, existen operaciones cloud seeding con fines militares, existen proyectos de manipulación del clima como el SCoPEx. Existen y tú prefieres creer en lo que te dice el telediario: “la calima de arena del Sáhara remitirá hoy viernes en toda la península y blablablá…” ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? Yo no soy virólogo, no soy vulcanólogo, no soy meteorólogo… pero tampoco soy gilipollas.
tubi
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Re: Artículos Ibn Asad (Lomas Cendón)

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RAFAPAL: ¡MIRA AL MICROSCOPIO!


¿Quién me manda a mí bajar al barro y meterme en estos fregados? Nadie. Sólo mi pulsión de Verdad y Justicia. No soy activista, ni influencer, ni agente del CNI; soy profesor, músico y escritor. Podría mantenerme al margen y quedarme sentado en casa disfrutando de las guitarras y mi discreto harén. Pero cuando la virtud mengua, me manifiesto. Si calumnian a un ser querido, me cabreo. Durante los últimos trece años he presenciado de todo en grado bizarro. Mis ojos han visto cosas increíbles, pero reconozco que nada como ver a Rafapal (el mismo Rafapal, patinador profesional de la Confederación Galáctica, Ashtar Sheran, el 2012 maya… columpiado oficial del movimiento patriota, la alt-right y QAnon) elevado a la categoría de “juez objetivo” que da su “veredicto” (sic; las comillas expresan literalidad). Rafapal, el periodista (en el mejor de los casos), juzga quién puede o quién no puede hablar de ciencia, y de qué manera. Rafapal, el panfletista (en el gremio nos conocemos todos), difamando a los que él considera no tener currículo. Rafapal, el exopolitólogo (sí, busquen la palabra en google), denunciando las insidiosas infiltraciones masónicas de mi buen amigo, el Dr. José Luís Sevillano, un honesto médico de pueblo que durante estos años sólo ha intentado ganarse la vida ejerciendo su profesión mientras Rafapal estaba haciendo… ¿qué exactamente? Hay que poner en contexto al lector, que no tiene por qué saberlo:

Si hace unos diez años a alguien le daba por cuestionar el fundamento filosófico y científico de este mundo, más tarde o más temprano, se topaba con una amalgama de personajes muy dudosos que decían “revelar información muy importante”. ¿Por qué lo sé? Pues porque a riesgo de convertirme en uno de ellos, esa frustración me llevó, en parte, a escribir La Danza Final de Kali. Por aquel entonces, en internet ya estaba esta cuadrilla que neutralizaba cualquier anhelo de búsqueda honesta y pura de la Verdad. Buscabas filosofía, y te daban misterio. Buscabas ciencia y te daban ovnis extraterrestres de otros planetas. Buscabas conocimiento y te daban información confusa, teorías cogidas con pinzas mezcladas con medias verdades y mentiras completas, suministradas por unos tipos que, a falta de una palabra por inventar, se presentaban como periodistas. En efecto: periodistas… creo que no hay mayor insulto ni más ofensivo a estas alturas, y ese es el único que voy a usar contra Rafapal. ¡Soperiodista! ¡Qué eso es lo que eres: un periodista!

Mientras el Dr. José Luís Sevillano estaba acompañando a sus pacientes, Rafapal estaba ejerciendo su periodismo bajo el lema Exopolítica para mentes galácticas. Si periodista es un insulto, periodista galáctico resulta tan malsonante como hijo de la grandísima puta. Mientras Sevillano sanaba a los enfermos, Rafapal enredaba con las profecías del 2012, la llegada de los “extraterrestres buenos” (sic.), o la cura de la homosexualidad. Mientras Sevillano se ganaba los garbanzos con decencia, Rafapal simplemente los ganaba como podía: básicamente ejercía de traductor de autores norteamericanos como Alex Jones y Benjamin Fulford, los castellanizaba, y maquillaba las traducciones para evitar el plagio flagrante. Entre eso y el mercachifle de su web, Rafapal tiraba palante. Como escritor sólo puedo valorarlo por el único libro suyo que cayó en mis manos y he leído: El Arte de ligar en la era de Acuario; y aunque la temática es con mucho la más interesante de su bibliografía, me sorprendió que estuviera peor escrito aún de lo que lo está su blog. Porque Rafapal, como buen periodista contemporáneo, no sabe escribir. ¿Qué le vamos a hacer? Resignación y asumir la realidad: yo no sé andar en moto y Rafapal no sabe escribir.

Pero escribir mal no es lo único que tiene en común con el resto de los periodistas del misterio de su generación. Rafapal pasó la segunda década del siglo XXI con la estrategia de huir hacia delante cuando se descubrían sus fraudes. Ejemplos: la confederación intergaláctica no acababa de presentarse, pues se sube al carro del movimiento patriota de Trump. Los extraterrestres nórdicos no se manifiestan, pues habrá que liarse la manta a la cabeza y aliarse con el nacionalismo europeo de Orban, de Putin o de quien sea. Que la profecía maya se tiene que posponer y la exopolítica resulta una chufa, pues ahora los buenos son los militares que empezarán a detener a los malos. Y en esa vorágine escapista ante la evidencia de estafa, hay que entender esta última pataleta de este pedazo de periodista galáctico. Después del ridículo de Ashtar, del camelo de QAnon, de la derrota (aun no reconocida) de Donald Trump, lo único que le resta a este tipo es aferrarse a su última cruzada como engañabobos: los movimientos por la verdad y la proteína spike.

La proteína spike es tan fantasiosa e inverificable como los alienígenas y la tierra hueca de este fulano. Él lo sabe y, por ese motivo (¡y sólo por ese motivo!), le resulta intolerable que un humilde médico inste a comprobar por uno mismo a través de un microscopio, lo que evidencia no ser otra teoría de la conspiración, de esas de las que Rafapal ha vivido cuan garrapata en los últimos quince años. Yo no tengo ningún conflicto de intereses con La Quinta Columna, no soy su “esclavo mental” (palabras de Rafapal). Tengo una posición siempre crítica y vigilante, también con La Quinta Columna. Soy consciente de sus errores, de sus fallos, de sus pasiones humanas. Por todo eso, no tengo problema alguno en reconocer el aporte meritorio y verdadero de su investigación: ellos han sido los únicos que han presentado una evidencia objetiva y tangible de la farsa que vivimos. Sólo ellos han actuado de manera práctica y autónoma, mientras el resto especulaba y teorizaba sobre papers y estudios realizados por expertos a sueldo. La Quinta Columna ha demostrado que en las vacunas hay un componente no declarado, que además es tóxico, y que además tiene aplicaciones informáticas y biotecnológicas. ¿Esto le sienta mal a Rafapal? ¡Pues claro que le sienta mal! La mera idea de que cualquiera pueda verlo con sus propios ojos, le hunde el chiringuito.
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